Siempre pensé que eras tan eterna como las replicas en pequeñitos de plástico duro, que adornaban años tras años el portal de Belén de nuestra infancia.

Este post lo he dedicado a un esplendido ser que me ha acompañado durante muchos años: Mi palmera datilera o palmera real (Phoenix dactylifera ).

No pudo ser, el maldito picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) , nos ganó las batalla atacando por sorpresa, y cuando nos venimos a dar cuenta de la enfermedad fue imposible salvarla. Sí, ya me gustaría a mi poderos contar vivencias más gratificante pero, o no suelen ocurrirme últimamente, o son de esas que no son para contar.

Es sin duda una gran pérdida lo que está ocurriendo en la población de palmeras del Campo de Gibraltar con esta plaga tan dañina y voraz. Por día se ven por todas partes gran cantidad de ejemplares muerto o afectados. Algunos son centenarios y/o muy emblemáticos como las palmeras de la Plaza Alta de Algeciras, por citar algún ejemplo. Me consta que se les está aplicando a muchas de ellas tratamiento fitosanitario por parte de las autoridades responsables, pero me temo que esto se les ha ido ya de las manos. El tiempo lo dirá. Entretanto sólo nos queda ir plantando huesecillos de dátiles con vista a la repoblación, y de camino cumplir con uno de los tres preceptos de la vida como es el plantar un árbol, sencillo, bonito y gratificante gesto.

Como veréis en la foto que acompaño, ahora nos encontramos con dos versiones dispares del mismo hecho. Por un lado una columna vegetal espléndida, conmemorativa del mundo de las plantas, a la que hemos adornado con helechos y flores varias. Por otra parte nos encontramos con un elemento totémico de dudoso gusto, como podrán apreciar a la que, según perspectiva, el pino piñonero le presta su copa en un acto de solidaridad vegetal que es de agradecer. Nos quedamos con la primera lectura, en un intento de quitarle dramatismo a este triste asunto, y en un deseo de agradecimiento y de despedida. Y aquí os dejo un pequeño poema que he dedicado.

A mi palmera.

Estimada compañera

de brazos acogedores

que el viento roza y despeina

en su juego con las flores.

Porte de fuente perfecta

verde de oriente cercana

de vegetal simpatía

saludabas las mañanas.

Dadora de bienvenida

Afincada en nuestra puerta

Centinela de mi espacio

Hoy,

hoy te extraño en mi paisaje

Hueco, yermo, desolado.

Ya no estás palmera mía

Y me toca cada día

reponerme de tu ausencia.

Agradecerte quería

Esa común compañía

Y es que adornaron tus palmas

muchos años de mi vida.

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